Thursday, November 3, 2011

EL VERDADERO EVANGELIO (Paul Washer)

Muchas personas estan predicando un Evangelio sin Principios Bíblicos que lo apoye, es mi deseo que en este articulo acompañado de una enseñanza del Pastor Paul Washer entendamos cuales son los principios Biblicos para predicar un Evangelio correcto. 
 
El principio guía 

Este principio debe guiar cada conversación y encuentro que tengamos :
“La ley para el soberbio y la gracia para el humilde.”

(Gal 3.24) La Ley es un “ayo” (ayudante, educador) para llevar al pecador a la salvación—la
justificación—por la fe en Cristo. 

(Rom 3.19-20) Dios nos ha dado la Ley para llevar al “soberbio” (al hombre arrogante,
orgulloso, altivo) a la cruz. La Ley es lo que le cierra la boca y le hace entender su
condenación bajo el justo juicio de Dios. Por lo tanto, la Ley es para el soberbio.

(Rom 5.20) Sin embargo, la Ley no salva a nadie; sólo lo deja deseando la salvación. Así
que, cuando por la Ley el pecado abunda (cuando el soberbio ya no es tan soberbio sino
humilde y temeroso de Dios y el juicio), la gracia de Dios puede sobreabundar para su
salvación. Por lo tanto, la gracia es para el humilde.

Entonces, puesto que “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes”, hemos de hacer
lo mismo.
 

Cuando estamos conversando con alguien “soberbio” (cuando no hay humildad, no hay
arrepentimiento), hemos de enseñarle la Ley.

Pero, una vez que vemos que la Ley ha hecho su trabajo—una vez que vemos un poco de
preocupación en el pecador por su condición delante de Dios—podemos hablarle de la
gracia de Dios para su salvación.

La Ley para el soberbio 

(1Tim 1.8-11) Pablo dice que el “uso legítimo” de la Ley durante la época de la Iglesia es en el
evangelismo. La Ley no es para el “justo”—para el que ya fue justificado en Cristo Jesús (o
sea, no es para el cristiano). Es para el pecador que es ignorante de sus pecados o que
simplemente no quiere reconocer que es un pecador que merece el castigo de Dios.

Cristo usaba la Ley para testificar a los pecadores soberbios—a los que querían justificarse a sí
mismos—como el joven rico de Lucas 18.18-23.

(Luc 18.18-21) Este joven creía que nunca había violado los cinco mandamientos que
Cristo le dio. Era “soberbio” porque tenía un concepto más alto de sí que era prudente.

(Luc 18.22-23) Así que, usando la esencia de los primeros dos mandamientos (“No tendrás
dioses ajenos delante de Mí” y “No te harás imagen ni ninguna semejanza”), Jesús
descubrió el pecado “mascota” del joven. Su dinero había llegado a ser un ídolo para él.
Era culpable de amar al dinero más que a Dios.

El rico se fue triste porque no quiso humillarse y arrepentirse de sus pecados. Era soberbio
—un orgulloso—y Cristo no le habló de la gracia. Le dio la Ley y luego lo dejó irse en sus
pecados porque el jóven no quiso arrepentirse.

 Gracia para el humilde 

Si una persona es verdaderamente humilde—si comprende que ha violado la Ley de Dios y que
por esto merece Su ira (el castigo)—entonces, déle la gracia. No siga aporreándole con los
Diez Mandamientos.

Vemos este patrón de “gracia para el humilde” en la salvación del carcelero en Hechos 16.
 
(Hech 16.29-31) ¿Por qué Pablo no le enseñó la Ley de Dios? ¿Por qué le dijo que
simplemente tenía que creer en el Señor Jesucristo y sería salvo?
 
(Hech 16.25) Pablo y Silas habían estado orando y cantando en voz alta—tan alta que todos los
presos (y el carcelo también, porque estaba con ellos) podían oírles.
 
(Hech 16.26-27) Luego, Dios mandó un terremoto para sacudir el lugar y sacar a Sus siervos.
El carcelero pensó que los presos se habían escapado, entonces casi se mata (porque temía la
pena de muerte que la ley romana exigía por tal negligencia de deber).
 
(Hech 16.28) Sin embargo, Pablo le salvó la vida.
 
(Hech 16.29) Cuando entró en la presencia de Pablo, estaba “temblando” y “se postró” a sus
pies. ¡Temía morir y se humilló delante de Pablo y Silas!
 
Aparentemente él oyó acerca de Dios, el pecado, la justicia y el juicio por venir a través de las
oraciones y los cantos de Pablo y Silas. Cuando vino el terremoto, él temía morir porque sabía
que era culpable y condenado. Quería ser salvo.
 
(Hech 16.30-31) Pablo no tuvo que usar la Ley para convencerle al carcelero de sus pecados
porque el hombre ya estaba humilde, temeroso de Dios y arrepentido.¡Quería la salvación! Así
que, Pablo le dio al humilde la gracia de Dios: ¡Crea en el Señor y será salvo!








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